Nos cobramos caro los errores las unos a los otras.
Entendemos la libertad como la capacidad de mandar a tomar por culo al personal. Y nos encanta la libertad, queremos ser mú libres mú libres, para lo que es necesario mandar a tomar por culo mucha gente mucha gente.
Eso si, luego nos jode que nos manden a tomar a nosotras por el mismo lugar. Por lo que hay que aprender a hacerlo más rápido que los demás. Acá la más libre gana.
La vida cobra también caro los errores, pero sólo cuando son errores básicos, como equivocarse con la ley de la gravedad e irse por un acantilado tresmil metros pa’bajo.
Por lo demás la vida como mamá es rebuena onda, te deja que la cagués largo y tendido, por activa y por pasiva.
La gente no.
La gente cerramos el grifo de nuestra tolerancia al juego y la exploración ajena muy rapidito.
Jugar y explorar es otra forma de llamar a aprender y descubrir. Y ese grifo nos es cerrado paulatina pero indefectible pero irremediablemente desde muy chiquitos. El margen es cada vez menor, y las cagadas que hacemos cada vez tienen una respuesta más rápida y contundente por parte de las que nos rodean.
Las científicos saben que para los veinticuatro nuestro cerebro sufre una transformación y se nos hace menos plástico. Y la gente lo sabe también, aunque sin necesidad de explicarlo mucho. Para esa edad el juego y exploración comienza a estarnos vedado.
Hasta esa edad el cierre era progresivo, a partir de ahí es definitivo.
Esto no lo dice en ninguna constitución ni código civil. Está grabado en la memoria que la sociedad es. Lo sabemos todas aunque nadie nos diga, aunque ni nos lo digamos nosotras, actuamos en consecuencia no más.
Yo hoy tenía que haber publicado el artículo que escribí ayer, continuación de otro que publiqué también ayer.
Es una serie sobre la dopamina. La dopamina vista desde un punto de vista multidimensional, cuántico, anormal,… tarao, el mio.
Lo que pasa es que me salió muy agresivo.
Y me dio pena pegarle a usted en la cabeza una vez más con mis agresividades y mis testosteronas de verraco embrutecío. Ya los últimos artículos fueron un poco excesivos, y necesitan descansar ustedes (para lo que se les viene encima).
Hace dos o tres días publiqué un artículo que poca gente leyó que titulé algo así como que tu mamá te pega porque te quiere. Les dejaría el enlace, pero me da weva.
Aquellas que lo deseen pueden leerlo depués de este y decidir si yo les pego por ser mal becerro testosterónico, o porque soy un pozo de amor sin fondo como sus mamás, o cualquier cosa entre medias.
Dejo la respuesta a su discreción, o discrección, una de dos, elijan. Son libres. (de mandarme a la mierda)
Me comprometo a publicar mañana el siguiente capítulo de la serie sobre la dopamina que comencé con el de los 4 pasos para tener una voluntad de acero, o algo así. Será una serie larga porque creo que el tema lo necesita.
Seguimos con lo de la Asociación de Tarados. Anónimos y Conocidos.
Mi propuesta dopaminérgica, la que comencé a narrarles ayer y seguiré mañana, necesita del juego y la exploración. Es decir de cagarla, del espacio para el error sincero, profundo, inevitable,… transformador.
Y nuestras sociedades nos niegan esa posbilidad bien tempranito como ya sabemos.
Bue, necesitamos sindicarnos.
Necesitamos ser dos, y luego tres, y luego cientos, y millares y millones.
Necesitamos espacios relacionales donde la exploración esté permitida. Donde no se presuponga cómo hemos de actuar y cómo hemos de interactuar. Sin leyes, más que las de la gravedad y esas cosas que duelen mucho cuando no las tenés en cuenta.
Esto es peligroso. Hay que ser muy buena onda para que se te conceda la entrada en este club privilegiado que explorará la especie en la que nos convertiremos.
El juego y la exploración es cagarla, lo que es aprendizaje, lo que es inteligencia, lo que es adaptación, lo que es cambio, lo que es evolución.
Pues de eso hablamos, de evolucionar. Y esa evolución nos llevará a ser otra especie.
Que si, que los de harvard dirán que tendremos el mismo genoma, pero dará igual. Seremos totalmente diferentes con ese mismo genoma, que pál caso es lo mismo.
Lo que pasa es que hablar de cambio evolutivo como especie suena mucho mejor, más clickbait, y nos pone más cachondos. Y yo lo que quiero es ponerlas muy cachondas para que se animen a jugar y a explorar.
Porque después de tantos palos que nos dieron por equivocarnos, o por simplemente testar los límites, ya ni nos atrevemos a salirnos del cercado.
Un cercado del que no sabemos cuales son los límites exactos, porque ya ni queremos acercarnos a buscarlos, nos quedamos en el centrito.
Un cercado que quizá ni exista, pero que funciona igual, pues nosotros al centrito.
Que por ahí fuera llueven palos, ya se sabe. O al menos eso cuentan las leyendas.
Todo esto se dice ya por ahí. Se podría llamar salir de la zona de confort y cosas así. Y yo no digo que no sea lo mismo, pero es que no lo es.
Hablo de algo más que de salirse de la zona de confort para sentirse un poquito más liberadas y poner en marcha los mecanismos de la neuroplasticidad un rato y largar así neuroopioides y sentirnos a gustito, un rato.
Hablo de eso pero que nos lleve a generar un entorno diferente, unas relaciones diferentes, un mundo diferente, una sociedad diferente, y un tó eso diferente.
Diferente desde la raiz, no desde el maquillaje que te dura 24h. Y mucho menos desde la cirugía plástica que te borra todos los gestos de la cara y te convierte en un muñequito maquiavélico. Diferente de verdad, qué carajo.
Entiendan que no llego como Napoleón, Stalin o Hitler, que querían cambiar el mundo. Ni siquiera como Voltaire o Marx, que tuvieron la delicadeza de no matar a nadie con sus propias manos para intentar cambiar el mundo. Ya dejaron que otros se encargaran de eso.
Cambiar el mundo más como el satoshi noséquéoto ese, el del bitcoin. Que sacó un whitepaper y dejó que la bola ya siguiera sola pá donde le saliera a ella de sí misma.
La propuesta es tan sencilla que igual hasta ni se entiende.
Crear entornos, formas de relacionarnos, donde cagarla no sea motivo de que la gente te putee y aproveche para sacarse toda la mierda que les tiraron a ellos cada vez que la cagaron y botartelá a vos encima (y un poquito más por si acaso).
Como decía hay que ser unas niñas muy buenas para poder entrar en este sindicato.
La razón es sencilla. Cagarla, cometer errores, está permitido, aprovechar que no hay adulto en la habitación para sacarse la mierda de encima no.
Los errores suceden y ya. La necesidad de joder, robar, manipular y abusar no 'sucede'.
Acá radica la dificultad precisamente de todo esto.
En semejante entorno de juego hay que tener la capacidad de mandar a desgraciados a desgraciar por ahí lejos. Hay que desarrollar un sistema inmune.
Este sistema tiene que ser capaz de discriminar al cabrón y cabrona, de aquellas que simplemente están aprendiendo y cometiendo errores, que es una redundancia.
Efectivamente la dificultad radica en lo que señalaba en el artículo que escribía el otro día al respecto de la personalidad, el que no se quiso leer porque hablaba de mamás pegonas.
Lo más crucial de todo esto es aprender a diferenciar entre cuando alguien nos pega por ser ellos unos desgraciaos, y cuando la gente a lo que está pegando es a nuestra personalidad, y por tanto deberiamos agradecerles.
Y lo dejo acá, no me gustó lo que escribí, le falta su punto de magia y de claridad, pero bue, a tomar por el orto la perfección, que sea lo que alah y su colega dios quieran.
Así que ya saben, el que quiera apuntarse al sindicato de taraos del mundo uníos, sea usted bienvenida. Está usted en su casa, cometa todos los errores pero no espere que luego llegue su mamá a arreglar lo que rompa. Juego responsable only.
Por cierto, hablando de no terminar de gustarme lo que escribí.
Reviso un poco las cosas antes de publicar, pero tiendo a entrar luego y descubrir errores, matices, y al leer se me ocurren cosas nuevas, así que todos los escritos que publico están en estado de gestación,… para siempre. Y si, es una amenaza.
Y es muy probable que en unos días este texto esté bastante retocado, y por ahí hasta mejorado. A reveure.